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Cuando la vida da un vuelco… La enfermedad crónica

    La pérdida de la salud en la vida de una persona, supone una situación de crisis y un deterioro de su calidad de vida. La enfermedad demanda diferentes ajustes en torno a su duración, aparición, intensidad o gravedad, y de la valoración de la persona que lo sufre y sus allegados. Nos embarga en un principio, una profunda preocupación e indefinición sobre la dolencia y sobre nuestros propios planes de futuro. Y, ¿ahora qué? Ese quizás sea el primer vuelco.

 

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    Nos enfrentamos con una nueva situación. Las enfermedades crónicas se caracterizan por:

-relación intensa con los estilos de vida de la persona

-largos períodos de convalecencia

-agentes causales varios

-larga duración, indefinida

-autocuidados para mantener la calidad de vida

-tratamiento farmacológico a largo plazo

-se requiere atención especializada

-gran demanda de recursos sanitarios

-etc…        

(sin mencionar la posibilidad de que un mismo paciente se enfrente a varias patologías)

 

    Ante esta pérdida del equilibrio, como “pa-de-cientes” de una enfermedad respondemos de diferentes maneras: baja autoestima, sensibilidad al rechazo, apatía, bajo interés en la actividad de la vida cotidiana, ansiedad, síntomas depresivos, irascibilidad, falta de aceptación, problemas de afrontamiento… y un largo etcétera que es importante conocer, pues forma parte de la enfermedad que se padece.

    Las reacciones psicológicas y sociales son llamativas y las determinan la gravedad de la dolencia que percibamos, la información que se nos de, nuestras propias creencias al respecto, y por supuesto, el dolor y /o la discapacidad que nos genere, la situación en la que nos llega la enfermedad, o los síntomas que sufrimos.

 

   Los efectos estresantes que caracterizan a la enfermedad afectarán también a nuestro entorno, entorpeciendo las relaciones familiares, produciendo incluso conflictos en la pareja o en el ámbito laboral. Se pueden citar algunas situaciones que nos afectarán por el efecto de la cronicidad, como los problemas económicos derivados de continuos gastos médicos, los constantes cambios, la falta de aceptación de algún miembro de la familia, los cuidados que se precisan, el agotamiento, o el no entendimiento de los más pequeños. La amenaza recurrente de una dolencia que implica inmovilización, pérdida de control, dolores, dudas, desánimo,… genera altos niveles de estrés a largo plazo, que precisarán de un control especializado. Hemos de sumar además un estrés social o cultural, el estigma, la falta de visibilización mediática… Nos vemos reflejados en las ideas que los demás tienen sobre nuestra enfermedad.

 

    Todo ello implica un desequilibrio en la vida de la persona, siendo la meta a lograr la adaptación, la vuelta del ánimo, del control de nuestras vidas, comprender qué nos sucede, y saber explicar a los demás cómo nos sentimos.

 

En conclusión,… la vida puede dar un nuevo vuelco.

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