Autor: Victoria Sánchez Mújica | Categoría: Sin categoría
Estamos viviendo una situación extraña, complicada, confusa. Que cada uno está sintiendo y viviendo desde su especial y particular punto de vista, pero con aspectos en común. Por eso, hoy quiero, a través de este artículo poner de manifiesto cómo nos puede afectar esta etapa y cómo nos podemos sentir.
La Primera fase es de sorpresa. Sentimos un shock agudo e intenso, una sensación de incredulidad.Mantenemos al principio, la ilusión de que esto no esté pasando. Y después se van accionando otros mecanismos de defensa como la negación “no puede ser”, que nos ayuda a amortiguar la noticia, a hacernos a la idea, cada uno desde su ritmo. No entendemos la realidad que estamos viviendo ni sabemos qué significado darle, por lo tanto, es natural sentirnos confusos, ansiosos, e incluso buscar una mayor información desde el exterior para que nos calme.
En un inicio, nos sentimos frágiles, vulnerables, como si nos encontrásemos desnudos, indefensos, ante un peligro inesperado y no supiéramos como reaccionar. Cualquier reacción sera normal, natural, es esta situación la que se escapa de nuestra rutina y a la que podemos calificar de anormal. Por lo tanto, no nos juzguemos por como nos sentimos o qué pensemos en estos momentos.
Nos percatamos de que existen diferentes situaciones que escapan a nuestro control en la vida diaria, por mucho que nos esforcemos en gobernarlo todo. De ahí, el sentimiento de vulnerabilidad e incluso de inferioridad comparándonos con el gran poder de la naturaleza. Hemos observado como en estos días las dosis de humor son un regalo, una manera de afrontar estos momentos de regular nuestras emociones, de defensa, de comprender y de reírnos. Todo ello muy necesario. Sobre todo teniendo en cuenta que por debajo de todas esas defensas está el gran miedo humano, el miedo a perder lo que tenemos, afectos, personas, lugares, roles, compañías, posesiones, estados… Miedo a perderlo todo, ansiedad y angustia.
Después sobreviene la curiosidad, la necesidad de estar informados, para sentir que algo controlamos, la necesidad de entender y darle un sentido a lo que ocurre, de formar parte de ello. Nos hacemos mil preguntas, entre las que destacan por qué ha sucedido esto, qué va a suceder, cuándo terminará… preguntas, muchas sin respuesta. Pero al preguntar nos distanciamos de la realidad, de nosotros, de lo que importa, cómo sobrellevarlo, como nos encontramos, y qué actitud necesitamos para afrontarlo con salud mental.
La segunda fase es la de Adaptación y comienza al poco tiempo. Tengamos en cuenta que somos los seres que se acostumbran a todo, aunque muchas veces no sepamos cómo hacerlo o cómo es nuestro proceso interno para llevarlo a cabo, pero aquí seguimos, a pesar de… todo lo que ocurra. Adaptándonos. Os recuerdo que las reacciones que hasta ahora podían parecernos anormales, en estas circunstancias, pueden ser normales. Son reacciones normalizadas dadas las condiciones de vida que se han dado estos día, y las próximas semanas.
Aparecen nuevas emociones en estos momentos, añoranza y nostalgia por personas que no están acompañándonos en nuestro hogar, por rutinas que en este momento no podemos seguir, por actividades que necesitamos postergar o por contactos que más adelante podremos retomar. Una colección de recuerdos se agolpan en nuestra mente. Y en ocasiones, notaremos que para regular esas emociones, para que no sean demasiado intensas, puede aparecer la apatía, una sensación de indiferencia. Aun persiste algo de incredulidad y nos decimos a nosotros mismos, “esto no esta pasando” o “seguro que nos es nada”.
A veces necesitamos cierta anestesia emocional, para poder seguir adaptándonos a este momento, a las dificultades. Eso nos permite permanecer impasibles ante sufrimiento propio y ajeno, ante las continuas noticias, y acontecimientos que nos narran desde el exterior, ante los conflictos que vivimos en el interior de los hogares, precisando cierta contención. De lo contrario, podríamos desbordarnos, por la sobreinformación, por el dolor que nos causa una situación tan extraña y bizarra.
La adaptación es la clave para la supervivencia del ser humano, por ello de manera a a veces consciente, otras inconsciente, nos imbuimos en rutinas, en actividades, en horarios a cumplir, que nos ayudan a dulcificar esta situación. Tengamos en cuenta, que es posible que tengamos escapes para esas defensas, como por ejemplo las pesadillas o despertares tempranos. En momentos nocturnos, cuando tratamos de descansar, aparecen en forma de pesadillas las rumiaciones y preocupaciones que hemos tratado de frenar durante el día.
En estos momentos hay una perdida del espacio afectivo, falta de contacto con otros, suplidos con videoconferencias y contacto virtual, con recuerdos de otros momentos y reminiscencias del pasado. Sin vida interpersonal, desde un aislamiento programado que coarta nuestras relaciones, aunque encontramos vías de escape y de adaptación, para continuar siendo sociales desde nuestro hogares, incluso habiéndose dividido por las circunstancias muchas familias en 3 o en 4. Sentimos felicidad sólo con imaginar el rostro de una persona significativa, la penúltima cena entre amigos, o anticipando el plan que ejecutaremos en cuanto este capítulo de nuestras vidas pase.
Otro aspecto que solemos necesitar defensívamente para adaptarnos a esta situación es culpabilizar a un tercero, hilvanar una narrativa, que estructure lo que está sucediendo y eso pasa por responsabilizar a alguien de la desgracia que nos acontece. Precisamos buscar causas, expulsar la frustración, la impotencia y la rabia y cargarlas contra política, religión, naturaleza, sociedad,… El desencanto conlleva la desesperanza, pero el optimismo es la clave de la fortaleza para adaptarnos, y para ello necesitamos expulsar nuestra rabia hacia el exterior, para seguir reconstruyéndonos.
También es posible echar en falta nuestra soledad, nuestro propio espacio, hoy invadido en todo momento por intromisiones de familiares o compañeros de piso en minúsculos hogares donde se comparte cada instante. Es posible echar de menos la soledad, o la sensación de intimidad, pero rápidamente cambian las tornas al escribir o preguntar por alguien a quién no veíamos hacía meses, o descubrirnos colgando una nueva historia en una red social para estar en contacto con otros. Paradojas relacionales, instantes del cautiverio. Sentirse observado en todo momento, buscar lo contrario, y al momento exponerse.
Es posible notar una especie de vacío, sensación de aburrimiento, percepción cambiante del tiempo, como si viviésemos en una continua transición, pues en muchos momentos, tras la rutina (que implica seguir como robots el día a día sin pensar), nos encontramos con nuestra intimidad, a solas con nosotros, algo que a veces tratamos de evitar por miedo a sentir, a pensar. No hay piloto automático, nos vivimos y nos sentimos, y eso nos asusta. Y trataremos de llenar ese hueco en nuestro interior con lo que encontremos a mano. Mejor desde una rutina, y no dar atracarnos a serie, dormir 24h, o evadirnos por completo de la realidad, pues luego, nos costará retornar a ella, y será menester hacerlo. Y por otro lado, nos resguardamos en el tiempo futuro, idear planes, crear objetivos, o incluso diseñar tiempos alternativos en nuestra mente, que recreamos y que nos abrigan de esperanza. Un cobijo necesario del que no necesitamos abusar.
Somos seres sensibles, capaces de abstraerse en las peores circunstancias, de ayudar a otros, hoy de seguir con una rutina, hacer ejercicio, ir a trabajar o entretenernos con manualidades, enriqueciendo nuestro mundo interior, clave también para continuar adaptándonos y procesar lo que está ocurriendo. Lo que buscamos en cualquier espacio es nuestra singularidad, lo que nos diferencia como individuos, y a la vez, la unión social, formar parte de algo. Ambos conceptos que conforman la identidad del ser humano.
La tercera fase, la vuelta a la rutina. Podemos sentir una mezcolanza de ansiedad, relajación, alivio, alegría y confusión. Tras unas semanas en un estado alternativo como es el confinamiento, la vuelta puede resultarnos extraña. Necesitamos re-aprender a sentirnos confiados y seguros fuera del hogar, en compañía. Será un nuevo aprendizaje que lograr, una etapa no ausente de dificultades ni de miedos. En ese momento seguiremos necesitando atención, apoyo, acompañamiento, información, y entrar en contacto con personas significativas, o incluso pedir ayuda. No nos perdamos de vista a nosotros mismos porque el confinamiento haya concluido, pues comienza una nueva etapa. La vida anterior a la que regresamos habrá cambiado en diversos aspectos, y de nuevo sentiremos la necesidad de adaptarnos. En algunos casos la situación laboral habrá cambiado, la medidas de seguridad proseguirán, seremos más conscientes de nuestras vulnerabilidades, o un curso al que asistimos se habrá cancelado… seguirán llegando cambios.
El humor, qué gran truco de magia, para seguir adelante, en estos momentos, para relativizar el sufrimiento y añadir un prisma más creativo, esperanzador, con la carga emocional de los beneficios de la risa.
Espero haya sido de ayuda esta explicación sobre cómo funcionamos las personas en estos momentos, en los aspectos más comunes, para ayudar a conocernos, a respetarnos y a no juzgarnos.
Finalmente qué estamos aprendiendo en esta etapa, cuál esta siendo nuestra colección de vivencias es lo que nos enriquece como personas, individuos que forman parte de una sociedad. Y, un aspecto sobre el que seguiremos manteniendo nuestro control hoy día, es nuestra actitud, el modo en el que hacemos frente al momento actual, ¿cómo ha decidido cada uno seguir por este camino?
Una vida que merezca la pena ser vivida.
Victoria Sánchez Mújica
Psicóloga sanitaria Ca-00818
Responsable de Proyecto Acompasados
Publicado:23 marzo, 2020 | Comentarios: 2
Autor: Victoria Sánchez Mújica | Categoría: Sin categoría
Tras un diagnóstico, parece que se abre la puerta a la enfermedad, a los problemas de salud, para que se instalen como quieran y a largo plazo en la vida. Compañeros de habitación de larga instancia, normalmente incómodos, controladores, desordenados, inesperados… una molestia y una preocupación a añadir en el día a día.
La vida da un giro más, y aunque, ya venía girando desde hacía un tiempo con un cúmulo de síntomas, ya le hemos podido poner una etiqueta a ese vaivén. Se sabe qué sucede, pues tiene un nombre, pero se desconoce qué hacer y a veces ni siquiera cómo se siente cada uno: aliviado, enfadado, confundido … Sigue habiendo muchas dudas y preguntas sin resolver en la recámara.
Uno de los aspectos que parece desbaratar, es quién es la persona a partir del diagnóstico, pues irrumpe en diferentes áreas de desarrollo de la persona, y las condiciona. Incluso a la hora de verbalizar o de compartir con otro esas vivencias relacionadas con la enfermedad. «¿Cómo hablar de la enfermedad/trastorno? ¿Digo algo o me callo? ¿Soy un enfermo?». Palabras que hacen hincapié en la identidad, que alteran, que modifican la imagen y consideración de la persona afectada.
El diálogo interno que mantenemos con nosotros mismos (pensamientos), tiene unas implicaciónes, nos ayuda a interpretar la realidad y está relacionado con lo que sentimos y cómo actuamos, con lo que percibimos, y qué sentido le damos. Cambiará, por lo tanto, la manera de tratarnos, de hablarnos, incluso de vernos, dependiendo de cómo nos consideremos.
SOY un/una enferm@ ……………… implica que esa enfermedad forma parte de la esencia de la persona, que se ha modificado incluso su personalidad desde que lo padece. Que cada vez que se mira al espejo, ve en él o en ella la enfermedad, como protagonista de la imagen. Por lo tanto, sus capacidades, habilidades, características, virtudes y defectos, se han visto alterados y modificados, por esta nueva identidad.
¿Consideramos la enfermedad un estado o un rasgo?
ESTOY enferm@………………………… implica una nueva circunstancia en la vida. Una influencia para el ser de una persona, que puede marcar su desarrollo en algunas áreas. Una etiqueta a tener en cuenta, y de la que se necesita obtener información para saber a qué tipo de cambios se expone la persona.
La pregunta, llegados a este punto es ¿Qué lugar le quieres dejar a la enfermedad en tu vida? Y, por lo tanto, ¿Cómo quieres verte? ¿Quién quieres ser? ¿Quién eres?
Porque según la respuesta, cambiará, la convivencia con la enfermedad, el entendimiento de personas significativas y allegados, la propia actitud de la persona afectada, incluso el poder del estigma o etiqueta social, y sobre todo, el propio estado emocional y mental de la persona diagnosticada. Por que la vida no se ve de la misma persona «siendo un enfermo» o «teniendo una enfermedad». No se escoge el diagnóstico o el momento de la vida en que llega pero sí, cómo afrontarlo y qué tipo de respuesta damos a estas preguntas.
Victoria Sánchez Mújica
Psicóloga sanitaria Ca-00818
Psicoterapeuta y responsable de Proyecto Acompasados
proyectoacompasados@gmail.com
Fuente: Imágenes libres de pixabay
Publicado:7 abril, 2019 | Comentarios: 0
Autor: Victoria Sánchez Mújica | Categoría: Sin categoría
Según la RAE, la creencia es «la idea que se considera verdadera y a la que se da completo crédito como cierta«.
Entendemos que son ideas subjetivas, puntos de vista arraigados , que nacen y se conforman desde el interior de una persona, desarrollándose a partir de sus experiencias, vivencias, teniendo muy en cuenta el contexto en el que se ha desarrollado o vivido la persona ( política, economía, lugar, cultura, idioma…). Un ejemplo que nos ayudará a entenderlas, son los refranes, ideas muy arraigadas, por territorios, reconocidas, y que pertenecen a las creencias populares por las sucesivas experiencias del pueblo en diferentes circunstancias, y en ocasiones contrapuestas como sucede con las creencias personales:
» A quién madruga dios le ayuda» Vs «No por mucho madrugar, amanece más temprano»
Creencias populares, creencias religiosas, creencias vitales… con un sentido generalizado, dar un sentido, organizar una situación o darle forma, establecer un control sobre lo que acontece. Sumando además, el segundo capítulo sobre las creencias, las opiniones y los juicios. Por ejemplo, «no se sentirá tan mal si lo veo de paseo…» «no será gran cosa lo que padece pues tiene buena cara». Un segundo nivel, pero que sigue partiendo de una mitología arraigada, en este caso, en torno a la enfermedad. He oído en varias ocasiones, por ejemplo, la creencia siguiente: » una enfermedad es más grave cuando los síntomas son aparentes, cuando se evidencia un malestar físico y la persona parece demacrada». No estoy aquí para opinar al respecto, sí para llamar la atención de los posibles efectos que pueden tener las creencias personales en los demás, sobre todo cuando añadimos nuestro parecer al respecto y juzgamos al de al lado o a nosotros mismos, generándose un conflicto (externo o interno).
Creencias Limitantes «no se me dan bien los idiomas», «esto nunca va a cambiar», «nunca me adaptaré a esta enfermedad». Nos incapacitan, nos refrenan en nuestra toma de decisión, incluso añaden malestar y dificultan nuestro transitar condicionando nuestro pensamiento, sumando pesimismo e incluso entorpeciendo nuestras relaciones.
Creencias Potenciadoras «yo puedo con esto», » mi familia siempre me apoya», «mejoraré». Nos ayudan a mejorar nuestro nivel de confianza y potenciar capacidades personales. Fomentan así, la seguridad, la adaptación y en este caso, la convivencia con la enfermedad.
Tomaros un tiempo, para anotar esa lista de creencias que se os vienen a la cabeza sobre la enfermedad, tanto limitantes como potenciadores, y seamos conscientes de la carga que suponen o de la ayuda que están prestando, dependiendo de la categoría en la que se encuentren. Y de cómo, a partir de estas creencias, se juzga a diario a los enfermos, se los etiqueta, y a muchos otros colectivos basándose en creencias, las que presuponemos verdades, pero que cómo bien explicaba la RAE, carecen de certeza. Y sin embargo, dictan nuestra manera de vivir, de relacionarnos.
Cuando en anteriores ocasiones escribí post, como por ejemplo Con dos cucharadas de empatía por favor el mensaje era aclarar, que este tipo de creencias limitantes, enrarece las relaciones y dificulta la comprensión, en el caso que nos ocupa sobre todo hacia la figura o el rol del enfermo, encasillándolo: «No estará tan mal si acudes a trabajar». Escribí, de manera transparente, la influencia de los juicios y opiniones que emitimos a diario sobre otros, sobre nosotros. La influencia que tiene en nuestra actitud ante la vida, en nuestros comportamientos, en nuestro estado emocional, y como no, en el modo de entender la enfermedad y el proceso de convivencia con ella.
Pero tampoco se trata de darle la vuelta a la tortilla y de juzgar, ahora «otros» a la sociedad que los juzga, que los tilda, que subjetivamente los describe, para hacer lo mismo que un día se hizo con otros. Se trata de evidencia, manifestar, hacer consciente de las fortalezas de las creencias limitantes e irracionales en nuestras vidas e ir restándole ese poder, de regalarnos al amplitud de puntos de vista y por tanto el entendimiento mutuo, desde una pareja, pasando por una familia, un centro, un lugar de trabajo, un hospital, un estado o la misma sociedad.
Son elementos que nos condicionan, pero no realidades, sino puntos de vista basados en «x» experiencias, y que también tendrán un gran peso en mi lenguaje interior, en cómo me hablo a mi mismo, y por lo tanto en cómo me encuentro. Vamos a darles su importancia hoy a las creencias, pero también una dosis de realidad, ya que …
…Sólo son eso, creencias,
aunque algunas las sintamos sentencias,
aunque algunas las valoremos con fe ciega
o resignación severa,
sólo son eso, creencias.
Victoria Sánchez Mújica
Psicóloga sanitaria Ca-00818
Psicoterapeuta y responsable de Proyecto Acompasados
proyectoacompasados@gmail.com
Fuente: Imágenes libres de pixabay.
Publicado:1 noviembre, 2018 | Comentarios: 0
Autor: Victoria Sánchez Mújica | Categoría: Sin categoría
Corea de Huntington, una enfermedad familiar, neurodegenerativa, hereditaria. Una persona afectada tiene el 50% de probabilidades de transmitir la mutación genética en el embarazo. En España hay alrededor de 4000 personas diagnosticadas y más de 15.000, puede haber heredado ese gen.
Se trata de una dolencia caracterizada por alteraciones motoras (provoca movimientos involuntarios, danza o corea, contraciones musculares involuntarias, mayor lentitud; alteraciones cognitivas que abarcan el nivel de comprensión y de planificación, la memoria a corto plazo o el nivel de concentración; alteraciones en el apetito o en el sueño; y alteraciones psicológicas, como cambios de humor, impulsividad, cambios de personalidad, depresión, comportamientos obsesivos, euforia, agresividad.
Todo ello conlleva aislamiento, soledad, rechazo social, secretismo, una elevada incertidumbre y frustración, además de miedo, apatía, tristeza o negación. Y es, necesario un acompañamiento psicológido durante el proceso de adaptación. Desde la fase previa (sospechas, indicios o preocupación en torno al diagnóstico), durante la fase de la prueba genética y confirmación o no del diagnóstico, y en fases posteriores de llegada de información, hasta llegar a la convivencia con la enfermedad.
Cuando antes se sepa, antes se cuida.
La importancia de lidiar con el secretismo, con el tabú y rechazo social,
a través de la información, de la concienciación y la educación.
La calidad de vida está asociada a las percepciones de los miembros de la familia sobre las pérdidas: de trabajo, de recursos económicos, de actividades sociales, de intimidad o de posibilidades de mantener una vida familiar normalizada. Otros factores que influyen notablemente serían la naturaleza de la enfermedad, la larga duración, las consecuencias negativas para la vida diaria, las repercusiones en los allegados o su concepción de la esperanza. Permaneciendo, por tanto, un nivel crónico de estrés, en ocasiones no identificado y un gran impacto en familiares (pareja, hijos, padres, madres,hermanos).
Una enfermedad que puede alcanzar a cualquier familiar, y tanto si la padeces,
como si ejerces el rol de cuidador, convives con ella. Ningún miembro de la familia descansa.
El sábado 2 de junio desde las 10.30 hasta las 14 h, tendrá lugar la XII Jornada Informativa sobre la Enfermedad de Huntington, en la que tengo el placer de colaborar con un espacio terapéutico «Conviviendo con la enfermedad. Una nueva realidad». Un momento para entender cómo afectan las presiones y alteraciones de la enfermedad a los más jóvenes, desde los principios de incertidumbre y de frustración, y cómo afecta al núcleo de cada familia que la padece. Entrada libre. Estáis invitados!!
Victoria Sánchez Mújica
Psicóloga sanitaria Ca-00818
Psicoterapeuta familiar y de pareja
Responsable de Proyecto Acompasados
www.proyectoacompasados.com
Publicado:27 mayo, 2018 | Comentarios: 0
Autor: Victoria Sánchez Mújica | Categoría: Sin categoría
Esta es una pregunta que hago habitualmente en talleres y en procesos terapéuticos de mayor intimidad. Cuando abordamos las dificultades que los pacientes describen para vivir el día a día, su rutina diaria, suelen indicar que precisan del apoyo o ayuda de los que les rodean. A lo que suelo añadir, que generalizando, las personas necesitamos el apoyo de los demás para crecer, para sanar, para lograr objetivos… pues somos seres sociales, relacionales.
Analizando los apoyos externos con los que contamos cada uno (familia, amigos, profesionales…), hay un elemento que nos cuesta poner en la lista, una persona en la que no pensamos a la hora de solicitar su apoyo o cuando valoramos nuestras necesidades. Estamos dispuestos a alzar la voz y gritar socorro a los cuatro vientos… pero, ¿¿¿y nosotros??? ¿¿¿Somos verdaderamente una figura de cuidado y apoyo para nosotros mismos???
Nosotros somos esa primera piedra que tan ceremoniosamente se coloca en una construcción. El primer cuidado que debemos de recibir es el propio, escuchando y atendiendo a nuestras necesidades y procurando bienestar. Si este inicio falla o sufre desatenciones, es posible que queramos compensarlo buscándolo en la atención y el cariño de los que nos rodean. de esta manera exigiremos su mirada, su protección o incluso su auxilio, en detrimento del que no nos concedemos a nosotros mismos.
Por auto-cuidado no sólo se entiende, la alimentación, aseo, descanso,o estilo de vida saludable, sino proveernos de actividades, de ocupaciones, de relaciones beneficiosas, mirar por nuestros intereses, saber qué necesito en cada momento, observarnos – escucharnos – sentirnos, aprender a relajarnos, actitud responsable en salud/enfermedad (toma de medicación, acudir a visitas médicas), ser conscientes de nuestras fortalezas, y muy importante, saber pedir ayuda.
Ante la enfermedad o síntomas de algún malestar existen diferentes posturas con las que tratamos de aislarnos, de evitar el dolor o gracias a los cuales no pensamos en lo que sucede, nos evadimos, como si no fuera algo que va con nosotros. En síntesis, nos descuidamos.
Ejemplos «Frases de pacientes»:
Estas frases evitan que me centr en el momento presente, que piense en mis necesidades y las cubra, además de nublar mis emociones ante el malestar o la enfermedad, encerrándome en un estado de letargo o tristeza que me impide avanzar. Todo ello afecta e influye directamente en ese malestar o en la enfermedad. Son generadoras de ansiedad, de frustración y de miedo.
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¿Por qué a mí? Culpabilizadora. Nos impide avanzar y nos frena, porque además es un callejón sin salida.
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El tiempo pone todo en su sitio. Evitativa. Creemos que es un elemento externo el que tiene el control sobre nosotros, sobre la enfermedad o malestar.
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Quisiera volver atrás en el tiempo. Nos centramos con estas frases en los aspectos más negativos, además de ser prisioners de la cárcel del pasado. Sólo situandonos en el presente podemos avanzar. Cómo disfrutar del momento presente.
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Sólo deseo no estar así. Desear y querer son verbos muy golosos, pero qué necesitamos?? En momentos de malestar es cuando más ayuda necesitamos y no podemos fallar como principal apoyo. Los demás no ayudan a alguien que no quiere ayudarse, además de ser difícil comprender lo que nos pasa o empatizar con nosotros desde este estado de huída.
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Ya no soy el que era. En todo momento estamos cambiando evolucionando, pero quizás nos percatemos en mayor medida cuando no podemos llevar el ritmo de etapas anteriores. Dentro del autocuidado hemos de valorar la capacidad de adaptación, de afrontamiento activo. Afrontar, el esfuerzo que realizamos por adaptarnos al camino.
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Todo son complicaciones. No voy a entrar en los beneficios de sonreir ni obligaros a hacerlo con alguna frase en imperativo. Pero sí indicaré la distorsión que implica hablar de todo o nada, ver el mundo en blanco y negro perdiendonos todas las gamas de colores. La importancia de ver nuestras fortalezas, de redescrubrirnos en diferentes contexto, de saber qué hemos aprendido de la enfermedad o del malestar.
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La lista podría seguir con muchos más ejemplos de frases invalidantes, que nos frenan, coartan, cohiben, aislan, descuidan…
Por otro lado el sentirnos identificados con algunas de las frases y ser conscientes ahora, puede ser un motor, una motivación que nos dirija hacia el autocuidado. Es primordial que nos situemos en el papel protagonista, que no cedamos nuestro control o decisión al tiempo, u otros elementos externos, que marquemos un nuevo ritmo de vida y busquemos ayuda si lo creemos necesario.
Todas estas frases tienen su contrapartida en versión positiva, desde el «yo me apoyo» y es importante encontrar la nuestra, adaptada con nuestras palabras que nos ayude a modificar la actitud, a mirar al presente de una manera más agradable y menos defensiva:
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Sé que puedo afrontar y enfrentar esta situación.
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He aprendido varias cosas de esta situación…
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Tengo herramientas y recursos para seguir adelante.
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Estoy encontrando mi propio ritmo, yo y mis circunstancias, lo marcamos.
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Soy mi principal apoyo, y además cuento con …
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Voy a relajarme, cada vez lo haré mejor.
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Los pensamientos negativos no me ayudan, me frenan y me aislan.
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… ¿y las vuestras?
Victoria Sánchez Mújica
Psicóloga sanitaria Ca-00818
Psicoterapeuta de familia y pareja
Responsable de Proyecto Acompasados
Para más información:
www.proyectoacompasados.com
proyectoacompasados@gmail.com
Publicado:10 febrero, 2018 | Comentarios: 0
Autor: Victoria Sánchez Mújica | Categoría: Sin categoría
Inmersos en una sociedad en la que parece abocado a desaparecer el individualismo en pro de la masa, de la indiferenciación, en la que notamos extrañas hasta nuestras propias emociones, incluso desconociendo cómo gestionarlas , no podemos olvidar que las personas seguimos estando presentes. El cuidado de cada uno, es síntoma de evolución y de crecimiento. Es por ello, que en este post os voy a hablar de «cómo disfrutar el momento presente».
Hoy día, nos inunda el ritmo frenético, las prisas, las altas expectativas, los deseos de grandiosidad y de felicidad plena que no llegamos a alcanzar. Están presentes, el miedo ante el fracaso, el consumismo, el no conocer nuestras verdaderas necesidades y sustituirlas por productos o servicios, etc. Podría seguir enumenrando un sinfín de consecuencias que nos arrastran y que impiden que nos observemos y conozcamos. Estas son causas de no disfrute.
Es lógico, no tenemos tiempo para ello. Cada día hemos de trabajar, atender responsabilidades, cuidar de la familia, responder llamadas o correos, pagar facturas, ir a la compra, comer, beber, dormir, hacer ejercicio… Qué tiempo nos queda para invertir en nosotros?? Qué tiempo nos resta para disfrutar, para vivir sin parecer robots tele-dirigidos??
Nuestra manera de entender el mundo, de buscar objetivos, de imaginar cómo disfrutaríamos, nos aparta la visión de lo verdaderamente importante. Todos y cada uno de los momentos que he descrito en la lista anterior, pueden ser de disfrute, experiencias agradables, recuerdos a coleccionar en ese mar de prisas sin pausas. A menudo nos planteamos como sería el fin de semana perfecto, qué visitaríamos, a dónde nos gustaría ir, con quién e incluso nuestro estado en esos momentos: risueño, de paz y calma, de alegría desbordante… Pero después nos encontramos ante días dominados por el mal tiempo, encerrados en casa o dando vueltas sin saber qué hacer, mortificándonos con la idea del descanso perfecto e inalcanzable.
Desde esa perspectiva es difícil contentarse, pues podría parecer conformismo con la vida que nos ha tocado. Lejos de esos pensamientos, lo que os propongo es abrir una puerta de entrada a la auto-observación, vivir cada uno de esos instantes descritos, como si no hubiese nadie más en el mundo que vosotros. Quizás la rutina diaria, pueda percibirse como carente de glamour, pero dejando nuestros sueños o frustraciones, pensamientos de futuro o rumiaciones de pasado, a un lado, vamos a disfrutar el ahora.
El ahora es un tiempo vivo, dinámico, en movimiento, y el que nos ancla a nuestra realidad, a nosotros. El pasado ya no está, ni nos puede alcanzar, aunque es cierto, que los recuerdos anidan en nosotros, y no únicamente como fuente de aprendizaje o nostalgia, sino en ocasiones aprisionándonos e impidiendo que avancemos. Esta es una de las causas de no disfrute.
El futuro, y los continuos planes, pensamientos y gasto de energía que empleamos a diario en su organización, es otra causa de no disfrute.
«El simple vivir, puede transformarse en miles de experiencias».
El primer paso para aprender a disfrutar es observar nuestra vida, cada capítulo, desde el momento del despertar, el desayuno, el vestirnos, asearnos,…hasta el momento de la siesta, un beso o el salir a caminar. Sin juzgarnos, sin apresurarnos, y sin pensar en que haremos después o que hicimos ayer, viviendo cada instante en su estado puro.
Esa suma de episodios experimentados a diario, es nuestra vida, y podemos sentir que no la estamos aprovechando, o que se escapa de nuestra manos. Sobre todo, si creemos que la lista de problemas es tan amplia o dolorosa que nos incapacita a la hora de sentir el disfrute. En esa lista puede entrar un despido, conflictos en el trabajo, ruptura sentimental o frecuentes discusiones en la pareja/amig@s, síntomas o enfermedad, falta de medios económicos, dificultades para tomar una decisión, recuerdos que nos persiguen…etc.
A pesar de ellos, por encima de ellos, seguimos estando nosotros, tratando de disfrutar. El cómo es el mismo, pero esos problemas irán menguando. Debemos tener en cuenta que la vida sigue siendo eso que se nos escapa entre conflicto y conflicto, lo que gastamos en rumiaciones, obsesiones, o días sin salir de casa.
La unión de todos esos momentos, para que sean de disfrute, debemos de ser nosotros. Nosotros activos y presentes en cada uno. Es preciso sentirnos, notarnos, percibirnos. Cómo voy a cubrir mis necesidades si ni siquiera sé qué necesito. Observarnos a nosotros mismos es la piedra angular del cuidado, y por tanto del disfrute y de los estados de tranquilidad que podemos alcanzar.
Somos capaces de transformar una lista de rutinarias actividades, en momentos de disfrute si nos hacemos conscientes de que estamos ahí. Notamos nuestra respiración, nuestra postura, nuestra temperatura, cómo nos sentimos… Nos hacemos conscientes de los sabores, olores y sensaciones en cada uno de esos momentos. Esta es una manera natural, sin presiones de pulsar el botón de pausa de pensamientos y rumiaciones que nos absorben.
Pautas para disfrutar:
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vivir en el momento presente, concentrándonos en cada actividad que realizamos.
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observarnos.
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no comparar con ideales.
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sin juzgar, sólo observar.
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actitud de curiosidad.
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insistir en parar nuestros pensamientos, sobre todo de pasado y futuro.
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captar cómo nos sentimos, puerta de nuestras necesidades.
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concentrarnos en sabores, olores, sonidos de ese momento (sin decir si me gusta o no, sólo cómo me llega, qué me hace sentir).
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sentir nuestro cuerpo, nuestra postura, temperatura.
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intentarlo primero en momentos rutinarios como el desayuno, la ducha, un paseo.
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estar ese tiempo con uno mismo.
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primero en pequeñas dosis, sin frustrarno, pues la práctica es muy importante.
Ejercicio de iniciación: (1 minuto)
«Adoptamos una postura cómoda. Sentados, con piernas y brazos descruzados o tumbados sobre la espalda. La cabeza y el cuello deben estar en línea, pero sin presiones. Cerramos los ojos. Estamos en un espacio nuestro, percibiendo nuestra presencia, aprovechando para conectar nuestro cuerpo con nuestra respiración. Sintiendo la postura, el entrar y salir el aire de nuestro cuerpo. Damos la bienvenida al silencio unos instantes mientras seguimos percibiendo el aire entrar y salir a través de nuestro cuerpo.»
Este tipo de ejercición nos introduce en los conceptos antes explicados, prestando atención a lo que sentimos a cómo nos encontramos, a sensaciones, al margen de pensamientos o recuerdos, nos posiciona en el aquí y el ahora, activando una actitud de disfrutar del presente.
Victoria Sánchez Mújica
Psicóloga sanitaria
Psicoterapeuta y responsable de proyecto
Para más información:
www.proyectoacompasados.com
proyectoacompasados@gmail.com
Publicado:21 enero, 2018 | Comentarios: 0