La Real Academia de la Lengua Española define el Miedo como
“una perturbación angustiosa del ánimo por un
riesgo o daño real o imaginario”
o
“un recelo que alguien tiene de que le
suceda algo contrario a lo que desea”.
En nuestro caso, el miedo es una constante para los pacientes crónicos. En los momentos de mejoría, se siente un pánico real a que la situación empeore, una ansiedad por vivir con intensidad cada momento, por disfrutar con familia y amigos, por darlo todo. Pero por otro lado, en los peores momentos, también es protagonista al traernos a la mente los peligros de la enfermedad que padecemos, recordándonos la peor cara de unos síntomas que parecen acechar.
Los miedos que se manifiestan, pueden provocar conductas obsesivo – compulsivas, que tienen un efecto altamente incapacitante en nuestras vidas. Nos bloquean, nos paralizan, evitamos relacionarnos con los demás. finalmente no es la enfermedad la que mantiene el control de nuestro cuerpo, sino el «temor» constante que sentimos, a que suceda algo incontrolable, al dolor, … a perder momentos esenciales de nuestra vida o de nuestra familia. Y en ocasiones, no será la enfermedad o el dolor la que no obliga a ello, sino el propio miedo.
¿Hasta que punto dejamos que nuestros miedos nos influyan, interfieran en el día a día?
¿De qué temosres hablamos? ¿A qué nos referimos cuando citamos a los «miedos»?
Hemos de saber a qué nos enfrentamos. Reconocer y verbalizar el temor es el principio de una historia de superación y de armonía. Es la manera de evitar que eclipsen los momentos que deberían ser de felicidad, compartidos en familia, de oportunidad profesional,…
a) ¿Qué miedos sentimos? ¿A qué le tememos? El primer paso es verbalizarlo, compartirlo con alguien o escribir una lista con los aspectos que nos provocan ese bloqueo.
Pero la esencia es abrazar nuestros miedos, entender lo que sentimos y poseer la máxima información posible al respecto, sobre la enfermedad, sobre cómo convivir con ella . La comprensión genera control, y nos enmarca en una realidad conocida.
b) ¿Cómo nos afecta ese temor? ¿Está relacionado con la enfermedad? ¿cuándo comenzó a manifestarse? ¿Qué evitas hacer por ese miedo? ¿cuándo te bloquea o te paraliza en tu día a día?
Podremos convivir con la enfermedad y los síntomas de una manera más activa. Para ello, deberemos marcarnos pequeñas metas, muy concretas y precisas. Desarrollando así, estrategias de control, de dominación o de superación. Evitando el contacto con amigos o decidiendo quedarnos en casa en lugar de salir, el temor a que nos duela, a que no violente nuestro estado en público, evita también que nos relacionemos. Perdemos por partida doble. La meta en este ejemplo sería “participar” “compartir”. Elegir un momento, un día, una hora concreta para salir a dar un paseo con alguien, o aceptar un plan que nos hayan ofrecido en los últimos días. Y más en abstracto como frase interior podemos decirnos “Me permito disfrutar”.