Archivo Autor: Victoria Sánchez Mújica

Acerca de Victoria Sánchez Mújica

Psicóloga de la salud y psicoterapeuta familiar y de pareja. CA - 00818. A nivel profesional, he participado en proyectos psicosociales de fundaciones y organizaciones, siempre atendiendo los intereses de colectivos como las personas con discapacidad, menores en riesgo social o familias en conflicto. He colaborado con la administración pública en servicios de intervención familiar y víctimas de violencia. También he desarrollado mi profesión desde la práctica privada, como psicoterapeuta y como formadora. En los últimos años, me he centrado en la atención a la persona y la familia, a través de una intervención socio-sanitaria y terapéutica, además de investigar en torno al padecimiento de las enfermedades crónicas. Actualmente dirijo la iniciativa “ Proyecto Acompasados” Atención psicológica - Intervención familiar, Enfermedades Crónicas.

La pérdida crónica de la salud. Una nueva realidad.

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      La OMS define la salud como el estado de completo bienestar físico, psíquico y social, y no meramente la ausencia de enfermedad.

 

 

     Se entiende, por tanto, una relación entre la salud, y la calidad de vida. La pérdida, ausencia o desmejora de nuestro estado de salud, a consecuencia de una enfermedad, vulnerará nuestra calidad de vida. La percepción sobre nuestro estilo de vida, sobre cómo nos veíamos a nosotros mismos, se modifica ante esta nueva realidad. Padecemos una enfermedad crónica. Inmediatamente se nos viene a la cabeza las múltiples consecuencias negativas de la pérdida de la salud. Pero “ser enfermos” y “estar enfermos” son situaciones diferentes a las que nos podemos enfrentar. La manera en que nos enfrentamos o el prisma desde el que miremos cara a cara a la dolencia indicará nuestra postura con respecto a la enfermedad. Marcará por tanto, el nivel de calidad de vida que sentimos en el día a día. Ser o estar, son verbos que indican cómo nos adaptamos a esta nueva realidad.

 

 

Hablar de calidad de vida es hablar del equilibrio entre expectativas, esperanzas, sueños y realidades conseguidas o asequibles. Una buena calidad de vida se expresa habitualmente en términos de satisfacción, contento, felicidad, y capacidad para afrontar los acontecimientos vitales, a fin de conseguir una buena adaptación o ajuste. En general, la enfermedad, y en concreto la crónica, y su tratamiento, o sus secuelas, modifican nuestras metas, nuestras expectativas o esperanzas”.

Calman, 1987

 

     Pero, ¿qué podemos hacer para mejorar nuestra calidad de vida? Según la APA (Asociación Americana de Psiquiatría), estas son algunas sugerencias que nos ayudarán a sobrellevar y normalizar la situación con la que convivimos, la enfermedad que padecemos:

 

Mantener relaciones sociales. Establecer y mantener relaciones de calidad con amigos y familiares. Son de interés los grupos de apoyo que algunas asociaciones o consultas clínicas crean, compuestos por otras personas que experimentan desafíos parecidos al suyo. Estos grupos cumplen una doble función contribuyendo al bienestar personal y ofreciendo oportunidades para ayudar a semejantes.

 

Cuidar de uno mismo. No permitir que las preocupaciones por la enfermedad interfieran con su alimentación, su descanso, sus horas de sueño, los momentos de diversión o altere sus hábitos.

 

Mantener una rutina diaria de trabajo, labores, tareas domésticas y ocio o tiempo libre, en la medida de lo posible. Esto le brindará un sentimiento de estabilidad dentro del descontrol que siente y la incertidumbre que caracteriza a la enfermedad. Asimilar nuestra dolencia nos proporcionará otra percepción sobre lo que vivimos a diario y por tanto, mejorará nuestra calidad de vida. Para ello es primordial la información, la asistencia, o la atención integral.

 

       En conclusión, una nueva realidad la marcará el diagnóstico, pero también podremos matizarla nosotros desde la sensación de control y la aceptación del padecimiento.

 

Seguiremos hablando al respecto en posteriores artículos…

Publicado:10 noviembre, 2014 | Comentarios: 0

Cuando la vida da un vuelco… La enfermedad crónica

    La pérdida de la salud en la vida de una persona, supone una situación de crisis y un deterioro de su calidad de vida. La enfermedad demanda diferentes ajustes en torno a su duración, aparición, intensidad o gravedad, y de la valoración de la persona que lo sufre y sus allegados. Nos embarga en un principio, una profunda preocupación e indefinición sobre la dolencia y sobre nuestros propios planes de futuro. Y, ¿ahora qué? Ese quizás sea el primer vuelco.

 

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    Nos enfrentamos con una nueva situación. Las enfermedades crónicas se caracterizan por:

-relación intensa con los estilos de vida de la persona

-largos períodos de convalecencia

-agentes causales varios

-larga duración, indefinida

-autocuidados para mantener la calidad de vida

-tratamiento farmacológico a largo plazo

-se requiere atención especializada

-gran demanda de recursos sanitarios

-etc…        

(sin mencionar la posibilidad de que un mismo paciente se enfrente a varias patologías)

 

    Ante esta pérdida del equilibrio, como “pa-de-cientes” de una enfermedad respondemos de diferentes maneras: baja autoestima, sensibilidad al rechazo, apatía, bajo interés en la actividad de la vida cotidiana, ansiedad, síntomas depresivos, irascibilidad, falta de aceptación, problemas de afrontamiento… y un largo etcétera que es importante conocer, pues forma parte de la enfermedad que se padece.

    Las reacciones psicológicas y sociales son llamativas y las determinan la gravedad de la dolencia que percibamos, la información que se nos de, nuestras propias creencias al respecto, y por supuesto, el dolor y /o la discapacidad que nos genere, la situación en la que nos llega la enfermedad, o los síntomas que sufrimos.

 

   Los efectos estresantes que caracterizan a la enfermedad afectarán también a nuestro entorno, entorpeciendo las relaciones familiares, produciendo incluso conflictos en la pareja o en el ámbito laboral. Se pueden citar algunas situaciones que nos afectarán por el efecto de la cronicidad, como los problemas económicos derivados de continuos gastos médicos, los constantes cambios, la falta de aceptación de algún miembro de la familia, los cuidados que se precisan, el agotamiento, o el no entendimiento de los más pequeños. La amenaza recurrente de una dolencia que implica inmovilización, pérdida de control, dolores, dudas, desánimo,… genera altos niveles de estrés a largo plazo, que precisarán de un control especializado. Hemos de sumar además un estrés social o cultural, el estigma, la falta de visibilización mediática… Nos vemos reflejados en las ideas que los demás tienen sobre nuestra enfermedad.

 

    Todo ello implica un desequilibrio en la vida de la persona, siendo la meta a lograr la adaptación, la vuelta del ánimo, del control de nuestras vidas, comprender qué nos sucede, y saber explicar a los demás cómo nos sentimos.

 

En conclusión,… la vida puede dar un nuevo vuelco.

Publicado:28 octubre, 2014 | Comentarios: 0

¿En qué puede ayudar el tratamiento psicológico a mejorar la calidad de vida de los afectados por las enfermedades crónicas?

  Desde el momento en que aparecen los primeros síntomas del malestar, y sobre todo tras el diagnóstico inicial, la enfermedad se convierte en un acompañante en nuestras vidas. Un acompañante no esperado, no deseado pero que se aferra a nosotros, a pesar de los tratamientos y de los cuidados. Nos acompaña a eventos familiares, a trabajar, de vacaciones, a cenar con amigos,… Las sensaciones, los sentimientos,… son múltiples. Nos embriaga la inestabilidad, se tambalea el control que sentíamos sobre nuestro día a día. Esta vorágine nos envuelve y agita, y en muchas ocasiones nos aleja, de los hijos, la pareja, la familia. Es especialmente importante prepararse psicológicamente para este cambio en la vida. La personas nos hacemos conscientes de la pérdida de salud y asumimos el adjetivo que acompaña al diagnóstico, “crónico”.

 

    Este retrato de la enfermedad nos lleva a considerar la atención psicológica como una fuente de comprensión, para nosotros mismos y los que nos rodean. Un modo de manejar la emociones, entender las sensaciones, de rebajar el nivel de estrés ocasionado y afrontar la «nueva realidad». En la intervención psicológica tendremos en cuenta el factor de la duración, al ser un padecimiento «a largo plazo». El tratamiento psicológico, a través de la terapia, dota de estrategias a los pacientes y redescubre sus recursos, es un potente elemento de adaptación y de apoyo emocional, de asesoramiento y orientación, atendiendo a factores asociados a la enfermedad como la ansiedad, la depresión o el nivel elevado de estrés. Tengamos en cuenta, además, que nuestra propia percepción de la enfermedad influye en nuestro sentir.

 

    Las enfermedades, el elemento de cronicidad, son desequilibrantes, desestabilizan la vida del sujeto, eliminan momentos de ocio, entorpecen actividades, dificultan sus labores profesionales,… Por lo que la persona se somete al cambio de manera constante, apesadumbrado, acompañado de dolores. La enfermedad es un fuente de estrés e incluso en ocasiones, un estigma para los “enfermos”, pero también para sus allegados. Es esencial recordar que cada afectado es “ un mundo”, incluso, aunque hablásemos de la misma enfermedad. Por ello, deberán ser atendidos en cada caso particular.

 

La enfefile3061340932147rmedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más cara. A todos al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía: la del reino de los sanos, y la del reino de los enfermos. Y , aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano, cada uno de nosotros, se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar.”

Susan Sontag, 2003

Publicado:27 septiembre, 2014 | Comentarios: 6

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